2.4.11

CABEZA DE HORMIGA

6- linduras


A pesar de que no me considero uno de ellos, toda mi vida he estado rodeado de monstruos. O por lo menos desde que tengo uso de razón, que vendría siendo el día que decidí dejar de juntarme solo con los niños de la misma calle, y emprendí una interminable carrera por conocer a gente extraña. Por favor, no se confundan, si alguno de los que alguna vez fueron los niños de mi calle, lee este asunto, sabrá que de una u otra forma, todos tenemos un gran monstruo dentro. Me fastidian los datos estadísticos, pero les aseguro que por lo menos el noventa por ciento de aquellos niños y por supuesto niñas, se convirtió en monstruo. Cuando digo que mi largo peregrinaje por el país de las monstruosidades comenzó cuando dejé de juntarme sólo con ellos, es porque no imaginaba lo terrorífico que podrían llegar a ser. Ad honorem. Aclaro esto, pues no quiero que se me escape el mencionar a los seres más abominables que he conocido, y que me han acompañado durante la mayor parte de mi vida.

Ahora bien, siento que es preciso aclarar el termino monstruo, que sin miramientos utilizo acá como quien habla de lo que se almorzó. Hablar de comida, como ya todos se habrán dado cuenta, es el mayor de los tópicos cuando se tiene algo de hambre. Será pues el gran lugar común de la humanidad al medio día. En este caso, hablar de la monstruosidad, es para mí una especie de manifiesto inmortal de mi total incapacidad de saciarme de groserías y fealdades varias. Y no es precisamente una falta de nutrición esperpéntica. Como la vez que un muy amigo, en una jornada de barata borrachera, se calló. Muy preocupado yo, lo llevé a su casa y lo acosté con una bolsa de hielo en su mandíbula que le dolía mucho. Según mi arduo historial médico, eso bastaría para aliviar las penas de mi paisano, a pesar de que él, consideraba necesario una visita al hospital.

-Nada de que preocuparse, le dije yo, mañana ya será todo mejor.

Al parecer, la monstruosidad, viene acompañada de una cuota de incomprensión.

Enorme fue mi sorpresa, como grande será vuestra decepción, al enterarme de que a la mañana siguiente, mi nombrado amigo, seguía con dolores en la mandíbula, acompañada de una especie de abertura entre los dientes de abajo. Como era de esperar, fue a urgencias donde le descubrieron una fractura de mandíbula muy grave, que le nacía desde los dientes hasta la base de la mandíbula inferior. Intervención quirúrgica urgente, par de prótesis de titanio y todo eso acompañado de una rebelde sensación de resaca por las dos garrafas y media de la tarde anterior. Pero como insistí yo, y sigo manteniendo por pura obstinación, fue mejor no haber ido a urgencias directamente, porque jamás nos hubiesen atendidos con lo borrachos que andábamos. Además el hielo puesto con cariño y fraternidad etílica, ayudo a que, como dijo el doctor, la cara no quedara tan morada. Los borrachos siempre decimos la verdad cuando nos conviene.

La monstruosidad no viene en envases pequeños y se nota. No digo que sea una buena forma de andar por la calle, o pasar las horas, pero ahora que lo pienso, se me hace que ni una de las linduras que tengo como amigos, se considera como tal. Seguro que eso es tener mucho en común. Seguro que ni una de esas linduras considera su vida monstruosa. Significan lo que son. Puestos en determinados contextos se transforman en la antítesis del lugar mismo, puesto en otros se camuflan perfectamente entre las demás bestias, es más, pueden variar de significados por propia voluntad. Yo he visto amigos mios, siendo Sandro, cara cortada y Alf, casi al mismo tiempo. O con diferencia de minutos entre una puesta en escena y otra. Y no es que ellos se crean, es que son Sandro. De hecho ocupan el mismo lugar existencial que el cantante, o el extraterrestre o el mafioso latino o lo que sean. Son monstruosos porque no son naturales. Vayan mis saludos a la distancia a quienes han hecho de mi vida algo más que solo divertirme. Recuerden que la naturaleza de las cosas no es la naturaleza de las cosas, por eso es que existe la posibilidad de que hagan lo que se les de la gana.



Chicoma

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